Para quienes añoran la perfección | Saint Germain

Los estudiantes por doquier añoran particularmente la perfección de la forma, de la voz, de la actividad — cuando lo único que se interpone entre ellos y esa Perfección es su propia carencia de confianza inexorable en el Poder Divino Interno, el cual es la Vida que fluye a través de la forma de ellos para producir el deseo deseado ¡ahora mismo!

¿Acaso los estremezco cuando les digo que un minuto al día de realmente sentir gozosamente esta Magna Perfección, de Dios permeando sus mentes y seres con Su plena Intensidad, transmutaría y transformaría en pocos meses la totalidad de su apariencia externa? Por más que suene extraño, sólo de vez en cuando aparece uno que otro que permanecerá lo suficientemente cerca de tan simple cuestión para producir estos gloriosos resultados. Lo mismo podrán lograr con el uso de este gran Amor, Sabiduría y Poder. No esperen nada para reclamarlo, sino que continuamente, cada vez que tengan algunos momentos libres durante el día, hagan lo siguiente: Sencillamente aquiétense y sientan esa perfección de Dios llenando cada célula de sus cuerpos, mentes y seres: y pronto verán los suficientes resultados para proseguir gozosamente hasta que la completa transformación tenga lugar.

La mayoría de los individuos, después de algunas veces, algunos días, y cuanto más algunas semanas, pierden el entusiasmo gozoso; y cuando menos acuerdan, han dejado la idea por completo —sólo porque el inquieto exterior de alguna manera les ha capturado la atención. Les digo, mis amados estudiantes, que de nada sirve retrasar el Día del Logro. Si de renovar un vestido o de cierto tipo de comida se trata, ustedes no tienen ningún problema en permanecer con la idea hasta que se manifieste. Pues, no es más difícil entrar a la plena iluminación de la Luz —la cual contiene la Esencia de toda forma externa —y tener esa Perfecta Manifestación en sus vidas, que conseguir la comida o la ropa. Eso depende de ustedes. ¿Acaso no es éste un esfuerzo más digno?

Saint Germain

Tomado del libro: Instrucción de un Maestro Ascendido – Saint Germain – pag 43