Comparemos las almas de un niño pequeño y un hombre adulto. Nadie que sea sensato esperará que el niñito asimile tanto del maestro como el hombre maduro. Sin embargo, los estudiantes a menudo esperan que todas las almas estén en el mismo estado de crecimiento espiritual, e igualmente capaces de asimilar las Verdades Espirituales. Si tan sólo pudieran escudriñar una congregación desde las Esferas Internas, verían la diferencia en el tamaño de la conciencia elevada; su actividad vibratoria, su color, todos los cuales determinan cuánto dicha persona puede posiblemente absorber del servicio.
Sabio será el instructor que invoque la Presencia del “YO SOY” en el corazón del menor de sus estudiantes, para ayudar al alma a asimilar todo lo que es capaz de aceptar, y luego le pide al alma que utilice ese alimento para su propio desarrollo y bendición de la raza. Esto desarrolla una bondad, una tolerancia, una comprensión amorosa entre el instructor y los aspirantes. Algunos facilitadores demasiado exigentes esperan más de algunas almas de lo que éstas pueden posiblemente rendir.
Al trabajar impersonalmente con la Presencia de Dios, que sí conoce las capacidades de cada alma, el instructor será relevado del sentido de responsabilidad personal y presión, y los aspirantes serán alimentados por la amorosa comprensión del instructor, al cual acuden como la puerta abierta que lleva al Reino hacia el cual sus corazones aspiran.
Tomado del libro: Diario del Puente a la Libertad – Jesús
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