¿Qué tan a menudo volteáis vuestra atención a los electrones que son expirados por el Dios-Padre-Madre y recibidos por vuestra Presencia “YO SOY” individualizada? Estos millones de diminutos electrones tienen identidad dentro de sí mismos y son recibidos por vuestra Presencia en verdadera humildad; ¿Acaso vosotros los recipientes de estas minúsculas expresiones de Divinidad amáis a esta Luz y mostráis alguna reverencia por estas gloriosa experiencia que encarna el regalo de la Vida?
Como sabéis, estos electrones son alimentados por el corazón de la Presencia “YO SOY” individualizada y según Su Sabiduría son descargados mediante pulsaciones rítmicas. Al efectuar su viaje a través de los vehículos inferiores, estos electrones llevan regalos, poderes y bendiciones especiales para la Corriente de Vida a través de la cual ellos pasan, así como para el gran Universo en su totalidad.
Estos electrones están muy contentos de poder ser una intensificación de los regalos de la Deidad para la humanidad y todas las evoluciones sobre esta Tierra; pero cuando entran en la consciencia humana… ¿Les permitís que avancen en su viaje de expansión de las fronteras del Reino de Dios sobre este planeta? o – mediante el uso de vuestro libre albedrío – profanáis la Imagen divina con la consciencia humana que habéis construido a los largo de las centurias?
Muy a menudo cuando volteo Mi atención a mis Chelas, oigo el clamor de las Almas cuestionándose porque todavía continúan siendo importunados por manifestaciones de naturaleza imperfecta si consideran que asiduamente han usado una y otra vez el Fuego sagrado de la transmutación. Os exhorto mis Amados a que por un momento examinéis los millones y millones de estos exquisitos y divinamente perfectos electrones que habéis mal calificado a los largo de las edades y al hacerlo, creo firmemente que caeréis en cuenta de que no puede haber cesación alguna de la aplicación del Fuego, para remover las imperfecciones que vosotros y otros habéis impuesto sobre estos pequeños seres de Luz.
Electrones – Amado Mahá Chohán, Santo Aeolus