Hace quinientos mil años, cuando la cultura Atlante estaba en su apogeo, la sustancia de tierra que actualmente es Long Island era considerada sagrada, tierra santa. Estaba entonces, y sigue estando, completamente rodeada de agua, y la totalidad de dicha tira de tierra estaba dedicada al sacerdocio.
La gente de aquella era había alcanzado una gran iluminación, comprensión y unicidad con la Presencia de Dios, de manera que conocían el poder de radiación y la importancia de la acción vibratoria que pasaba a través de los cuerpos de individuos encarnados.
Era la Ley que a nadie —salvo a los sacerdotes y sacerdotisas de la Llama— se les permitiera poner pie en la isla, ya que era un centro altamente magnetizado de corrientes espirituales. A través de su pureza y de la protección que recibía del amable acuerdo de la gente, esta isla se convirtió en el punto más altamente cargado en la superficie de la Tierra. No era recomendable pisar la isla en sí, ya que las corrientes de fuerza estaban cargadas a través de ella, y era como tocar un cable de alta tensión.
Pretendemos poner de manifiesto la misma perfección, llevándola a un punto superior del espiral para la Edad Dorada permanente, y Nos estamos esforzando por revivir esas corrientes de Luz que fueron atraídas aquí durante miles de años.
Diario de El puente a la libertad de el Mahá Chohán