Como regla general, la gente regresará a Dios únicamente cuando sus cuatro vehículos estén más allá de toda reparación y cuando la ciencia médica haya confirmado que dichos vehículos están a punto de desintegrarse. Sólo entonces piensan “Oh Señor, oh, Señor, lamento toda la mala utilización de tu vida. Sin duda, lo lamento. Por favor recíbeme en el cielo” después de quizás ochenta años de vivir de acuerdo con la voluntad humana. Aún esa oración es escuchada y respondida, y cada una de tales almas con un corazón contrito que pide perdón, es absuelto del mismo y pueden ver a sus seres queridos y habitar en los ámbitos celestiales, si bien no en los Ámbitos de la Hueste Ascendida en Luz.
Para poder habitar en los Ámbitos Ascendidos de la Luz es menester estar dispuesto a servir en una actividad práctica, la cual requiere de la utilización de todos los sentidos de los vehículos externos e internos en todo momento.
Yo tuve tres años después de mi bautismo en el río Jordán, tres años para llevar a cabo Mi ministerio o tres años para divertirme; pero cuando Paráclito, a través de la invocación de Juan Bautista, me ungió y el espíritu y Ser de Maitreya se fundieron en unicidad con los míos, no quedó en esos tres años más que un pensamiento, Mis amados, el de transmitirle a tantas personas como pudiera mediante la palabra, mediante los susodichos “milagros” mediante el ejemplo, LA MANERA QUE DIOS PRETENDÍA QUE FUERAN TODOS LOS SERES SOBRE LA TIERRA.
Por ello es que, solo cuando las energías constructivas de tu ser se hayan dispuesto a la realización perfecta de una actividad benefactora, serás digno de ostentar el título de Un Triunfante Servidor, y tu llegada al reino de los cielos será recibida por las esplendorosas huestes angélicas.
Tomado del libro: Diario del Puente a la Libertad – Jesús – pag 164
Serapis Bey Editores
Gracias .