Por D.T. Marches – Sinónimo utilizado por Mary Lehane Innocente, madre de Geraldine Inocente
El hombre es primordialmente un ser espiritual, lentamente desenvolviéndose de una conciencia sensorial a Una Conciencia espiritual a una expresión superior de manifestación. “En el principio”, el hombre fue creado por Dios “a su imagen y semejanza”, y desde ese estado de Inconsciencia inocente de cualquier pensamiento fuera de la perfección de Dios, pareciera que fue—podría decirse— cruelmente colocado en una posición en que podría estar tentado a alejarse de esta inocente expresión. No creo que haya alguien que no haya mirado con añoranza para atrás a los días de felicidad en el Jardín del Edén, y que no haya lamentado la rendición de Eva a las artimañas de la “serpiente” —con desastrosos resultados, al menos en Cuanto a su progenie concierne.
Se nos dice que Dios le advirtió a nuestros “primeros padres” acerca del peligro de la curiosidad excesiva en cuanto a las líneas de pensamiento, y que les resultaría peligroso experimentar con el pensar individual, quedándose corto del amor y la perfección que constituyen la naturaleza de la Primera Causa, o Padre.
No le hicieron caso a esta advertencia, y en el momento en que el primer acto de voluntad fue realizado fuera de la Voluntad del Padre, tuvo lugar la caída del hombre y nació la naturaleza humana, haciendo el pecado de desobediencia el primer pecado del hombre.
El hombre fue creado, en primer lugar, para un destino glorioso. Fue ubicado en un planeta cuya preparación tomó eones; puesto allí para su confort y felicidad. Fue dotado con los poderes creativos del Padre, y le fue dado libre albedrío, todo para el propósito de que, como parte primordial de la vida y espíritu de Dios, expandiera el Reino del Cielo —que era la visión del Padre— sin dolor ni sufrimiento ni muerte para sí, sino en una gloriosa cooperación con la gran Primera Causa, la única mente existente en todo el universo. Es menester recordar también, en línea con el don de libre albedrío, que ningún alma ha encarnado jamás en la Tierra sin primero haberse ofrecido de voluntaria para esta oportunidad de hacer evolucionar sus poderes creativos.
Mediante la caída, estos hijos de Dios crearon un ámbito para sí fuera del Reino del Cielo y, con el pasar del tiempo, se hizo enteramente humano, habiendo desarrollado una naturaleza ajena por completo a la naturaleza Divina de Dios Padre.
No todos los espíritus encarnados participaron en esta desobediencia voluntariosa de pensar independiente. Hubo miles y miles que permanecieron fieles a la Voluntad del Padre, realizaron sus destinos Divinos individuales y regresaron a Casa al corazón de Dios, con sus poderes creativos desarrollados con Amor, Sabiduría y Discernimiento. Muchos de esto fieles y obedientes seres se ofrecieron de voluntarios a regresar al planeta del cual acababan de partir, para tratar de sacar a sus hermanos descarriados — ahora sufrientes— del sendero descendente de separatividad y deseo individual.
Afortunadamente tuvieron éxito en despertar a algunos, quienes fueron lo suficientemente sensatos como para hacerle caso a sus “soplos”. Estos seres agradecidos, igualmente, al regresar al Reino, se unieron a lo que ahora se conoce como la Gran Hermandad Blanca, una organización conformada por todo espíritu liberado que alguna vez ha hollado la tierra, así como también todos los miembros de la Hueste Celestial directamente involucrados con la evolución de este planeta y miembros benefactores de otros planetas que se interesaron en nuestro bienestar.
Septiembre/octubre de 1952
Diario de El Puente a la Libertad – Pallas Atenea – Parte 15