Para entender plenamente el poder de la radiación, es menester entrar a la actividad cuatridimensional, donde los invisibles —si bien poderosos— Rayos están vibrando constantemente desde su manifestación de la Vida Divina.
No existe tal cosa como un objeto inanimado; no hay lugar en este universo en el que no haya movimiento, vibración o inercia.
Cada electrón que conforma todo átomo, visible e invisible, está pulsando constantemente con el latido del corazón del Padre. La radiación es la acción vibratoria de dichos electrones. El hombre debe permitir que la energías desde sus cuerpos salga a realizar su Servicio Cósmico, con al menos tanta precisión romo el pájaro cantor o la flor que se abre.
Cada individuo que pertenece a la raza humana afecta a la humanidad en masa con el aliento que sale de él. Nadie vive por cuenta propia, sino que la vibración —cual cuentas engarzadas en un hilo— fluye en tres segundos a través de toda la humanidad. La radio, el inalámbrico y la televisión han probado la trascendencia de tiempo y espacio.
Los pensamientos y sentimientos del hombre están siendo transmitidos a través del universo por una conexión invisible, y estos pensamientos y sentimientos afectan las vidas de todas las personas en el planeta, así como también el Reino Animal y el de la Naturaleza. Por tanto, el hombre debería esforzarse por amar más de acuerdo con los principios expresados por Jesús.
Un individuo con una radiación de paz y armonía puede afectar toda la raza humana para bien, y los Maestros pueden utilizar a tal individuo como conductor de Sus cualidades, y alimentar a mano —como quien dice— los cuerpos internos de la gente.
Pero los Maestros no pueden utilizar a estos individuos a menos que estén equilibrados y en paz, por la misma razón que el médico no permite que una madre amamante a su hijo si está sujeta a arranques de ira, depresión o sufrimiento, ya que la leche envenenaría al bebé.
Diario de El puente a la libertad de el Mahá Chohan