Ídolos delante de mí
Cada hombre, mujer y niño creo por su cuenta, y en sí un concepto que se convirtió en su Dios —un Dios con el que era cómodo vivir, que realizaba expiaciones indirectas; un Dios sobre el cual podía el hombre adjudicar los resultados de pecados de omisión y de comisión y, así, en un estado de autohipnosis, la raza continuó desplazándose y Yo, el Espíritu de la Verdad, me vi compelida a retirarme. Sin embargo, siempre han existido los pocos que escogieron subir caminando solos el Monte del Logro y empeñarse por perforar a través de las nubes de sus propios conceptos, borrar las neblinas de su visión, aflojar la cera de la inconsciencia de sus oídos, y empeñarse por comprender y conocer la Verdad,
Verdad Búdica
Durante siete años, el Señor Buddha elevó Su conciencia cada hora, a diario, al principio a través de los velos y las mortajas de Sus propios pensamientos y sentimientos, un proceso doloroso de por sí, y luego a través de la unipuntualidad de su Amor concentrado, subiendo, subiendo, subiendo hacia arriba a través de estrato tras estrato de creaciones humanas. A medida que Su conciencia era elevada de la atmósfera baja y más pesada —la cual estaba llena con la efluvia del pensar de los hombres—, entraba a un estrato de más Luz en el que habitaban espíritus más puros, y muchos buscadores menores de la Verdad se hubieran contentado con detenerse y habitar allí, considerándolo como su meta. Tales individuos, al regresar, hablaban de los cielos con las calles pavimentadas de oro y los querubines y los ángeles y los Coros Celestiales, y para ellos era lo último y decían la Verdad; pero en cuanto a Gautama, siempre decía, “no es suficiente”.
En ese silente peregrinaje espiritual, viviendo en el corazón del bosque, protegido por la Presencia invisible o por Dios en persona, Gautama elevó Su conciencia cada vez más arriba y llegó a los Ámbitos de los Templos y de los seres que se habían ganado el derecho de vivir por las noches en sus Cuerpos Mentales Superiores, pero eso no era suficiente. Muchos han regresado de ese ámbito y se han convertido en Mensajeros de la Palabra y han dicho la Verdad; y muchos han sido sus seguidores y han dicho, “Mirad, he aquí la Verdad —esto es lo último,” y para ellos fue bueno porque era todo lo que la conciencia podía absorber en un momento dado. En cuanto a Gautama, él siguió avanzando y subiendo hasta que llegó al Ámbito Divino en que las ideas y los pensamientos del mismísimo Dios pulsaban en los éteres.
También aquí algunos pocos y fuertes hijos e hijas del hombre han comparecido y atestiguado la perfección del Ámbito de las Ideas, y han retornado llenos de entusiasmo y fuego, y han dicho, “encontré la Verdad,” y entre los hombres y mujeres de la Tierra hubo quienes respondieron y se regocijaron con ellos, pero el amado Gautama dijo, “No, esto no es lo último,” y finalmente llegó al Corazón del Amor — la gran presencia de Dios Padre-Madre; y poniendo su cabeza en el seno del Padre-Madre, supo que el Amor lo era todo. Y cuando regresó, no habló. Ya no era necesario que dijera, “la encontré”, porque él se había convertido en ese Amor. ¿Lo ven, benditos Míos?
Diario de El Puente a la Libertad – Pallas Atenea – Parte 3