Efecto de los meditadores sobre el mundo | Jesús

Cuando haya por todo el planeta la cantidad suficiente de corrientes de vida que mantengan la energía armonizada sobre, en, y alrededor de estas grandes ciudades, será exactamente como bálsamo sobre aguas turbulentas y tendrá el efecto de lagos plácidos en vez de mares turbulentos. Estos grandes lagos de energías serán magnetizados y sostenidos por estudiantes entrenados, y al ir aumentando ellos, tendrán el mismo efecto que los electrones al tiempo que se expanden y se encuentran con otros electrones, estos lagos de paz crecerán hasta que el mar turbulento haya sido aquietado por completo; y entonces tendrán una atmósfera planetaria de paz Cósmica a través de la cual ninguna discordia puede seguir existiendo.

Vivimos para crear este Reino del Cielo en la Tierra, y podemos crearlo únicamente estableciendo paz individual, colectiva y luego planetaria sobre la superficie de la Tierra. En la atmósfera alrededor de la tierra se encuentra esta turbulenta energía en movimiento de la que les hablo, y sin embargo, en medio de todo eso ¡UNA CORRIENTE DE VIDA volviendo su atención hacia Dios o hacia Mi o hacia cualquier Ser Divino puede traer suficiente PAZ de vuelta para sostener el balance para una comunidad, ciudad, estado o nación! ¡Créanme, LO SÉ!

Es algo magnífico encontrar corrientes de vida encarnadas cuyo amor del corazón seas el que magnetiza grandes inteligencias desde las Esferas Superiores y los Ámbitos de Luz Eterna, y los atrae más y más cerca de este sombrío planeta, para encontrar la luz refulgente desde sus cuerpos flameantes cubriendo la atmósfera interna de la Tierra y ofreciendo escape para las almas hambrientas que durante demasiado tiempo han dormido en los vestidos de carne y la creación con que la conciencia humana ha cubierto la luz del corazón.

Para que esto sea posible deben practicar su espiritualidad a diario. Clic aquí para ver que nos dice el Amado Jesús de la práctica espiritual diaria.

Tomado del libro: Diario del Puente a la Libertad –  Jesús