(El Puente, Octubre de 1954)
“Me levantaré e iré a mi padre.” Cuando el individuo ha decidido, en su interior, regresar conscientemente y morar dentro del Aura, Presencia y Conciencia del Padre de Luz, debe desvincularse de los vehículos a través de los cuales su propia Divinidad tiene necesariamente que expresarse.
Así como la mamá águila, empujando del nido al tímido aguilucho, despliega sus grandes alas debajo de él para proteger sus vacilantes y espasmódicos esfuerzos del desastre de un posible pánico y destrucción, de la misma manera la conciencia centrada en la “Presencia YO SOY” sostiene y dirige los vehículos (v.g. cuerpos) que se remontan y que se precipitan, volviéndolos siempre hacia arriba, hacia el cielo. Una y otra vez, al precipitarse a tierra uno u otro de los cuerpos, atraídos por el tirón de la gravedad de sus propias tendencias y momentums, la conciencia del individuo debe detener su vuelo descendente, y amablemente pero firmemente ordenarle a ese cuerpo en particular; “Ven, volveremos a elevarnos e iremos al Padre.”
Cuando el estudiante encuentra a su cuerpo mental abrigando pensamientos impuros e imperfectos, debe ordenarle conscientemente al cuerpo mental que se levante y que entre a la Conciencia del Padre, la cual no permite ningún patrón negativo o imperfecto de pensamiento.
Cuando el estudiante encuentra que su mundo emocional está generando e irradiando sentimientos perturbados e inarmoniosos, debe ordenarle conscientemente al cuerpo emocional que se levante y entre a la Conciencia del Padre, la cual irradia únicamente sentimientos armoniosos, pacíficos, felices y constructivos.
Cuando el estudiante encuentra que su cuerpo etérico está conjurando memorias pasadas de infelicidad y angustia, debe ordenarle conscientemente al cuerpo etérico que se levante y entre a la Conciencia del Padre, en la cual podrá reflejar y expresar la “Gloria que todo hombre tenía en el principio, antes de que el mundo existiera.”
Cuando el estudiante encuentra que su cuerpo físico está registrando enfermedad y angustia, pasión, lujuria o discordia de la índole que sea, debe ordenarle conscientemente al cuerpo físico que se levante y entre a la Conciencia de la transfiguración de la carne a Luz en la Presencia del Padre.
Gradualmente, los vehículos son entrenados de la misma manera que los padres sensatos entrenan a los hijos que se les han confiado a su cuidado. Impersonalmente, pero decididamente, el “YO SOY” recoge el cuerpo particular que, de cuando en cuando, olvida la resolución y fíat del Ser de levantarse y permanecer con El Padre. Una y otra vez, el individuo debe pacientemente decir: “Ven levantémonos y vayamos al Padre.” Gradualmente, la Felicidad, el Poder, la Paz y la Perfección de la Presencia del Padre de tal manera se incrustará en los miembros del hogar, que nadie sentirá
la más mínima inclinación a extraviarse, ni siquiera por un momento, en las inarmonías del mundo de las apariencias, este es el proceso de la ascensión.
Diario de el puente a la libertad – Saint Germain