Oh, amado hijo de Dios, durante mucho tiempo he escuchado tus clamores de añoranza, anhelo, espera y oración. Durante mucho tiempo he observado tus diligentes esfuerzos y he sido testigo de tu sufrimiento, de tu desilusión, de tu desánimo y desesperación. Durante mucho tiempo, yo, tu espíritu interno, te he sostenido, cubriendo tus heridas con la esencia sanadora de Mi amor. Ven a mí ahora, y acepta el confort de mi permanente presencia dentro de tu corazón.
Permite que la música celestial del latido de mi corazón reemplace el ruidoso escándalo de tu conciencia mundana. Permite ahora que el ilimitado amor dentro de mi presencia sane tus heridas una vez más, y que esta vez sea para siempre. Cédeme ahora tu cansado cuerpo y todos sus achaques, a mí, tu médico celestial. Rinde ante mí tu ser mortal y permíteme, al ser el Maestro Constructor, poner el ápice sobre mi creación Divina. Yo soy tu eterna Presencia, tu Ser Sempiterno, tu pulsante esencia de vida que se manifiesta a través de tu forma mortal. Yo soy tu aliento, tu vida, tu mismísima conciencia. Yo estoy aquí, dentro de ti.
Has pensado modelar para ti un mundo separado de mí. Esto no puede ser, ya que Yo Soy el Maestro Constructor y es menester que habite dentro de toda creación. Una y otra vez, pensando que estabas solo, abatido, temeroso y desesperado, me has añorado, me has invoca-do, has estado pendiente y a la espera de mi regreso. Sin embargo, nunca te he dejado ya que, sin duda, no podrías siquiera haberme buscado sin contar con mi presencia en tu corazón. Fui yo quien me arrodillé a tu lado cada vez que orabas, apuntando siempre a mejores días, empero susurrándote suavemente al tiempo que te confortaba, “HEME AQUÍ, HEME AQUÍ, HEME AQUÍ.”
Vuélvete internamente ahora y contémplame, tu confortador celestial. Yo soy la siempre-fulgurante presencia de Dios dentro de tu ser. Apártate ahora de la marea siempre-cambiante de los pensamientos, sentimientos y deseos mortales. Ven a mí ahora y reclama la liberación que el amor de mi corazón contiene. Acepta ahora, finalmente, la presencia sanadora de mi paz, y sabe que te pertenece.
Permite que mi aliento sea tu aliento. Permite que mi amor sea tu amor. Permite que mi mente omnisapiente sea tu inteligencia directriz. ¡Ven! ¡Permíteme estar contigo!
¡La Presencia Divina YO SOY dentro de mi constituye mi ayuda instantánea y presta, y no hay ningún otro poder que pueda actuar!
¡”YO SOY” la presencia del Fuego Sagrado dentro de mi corazón, flameando, surgiendo, expandiéndose, purificándome! armonizándome, sanándome y liberándome por siempre de las sombras de la creación humana!
“YO SOY” la Conciencia Divina siempre-en-expansión de perfección dentro de mi corazón, de mi mente, de mi mundo emocional, y dentro de cada órgano y de toda estructura celular de mi cuerpo.
Tomado del libro: Diario del Puente a la Libertad – Madre María
Serapis Bey Editores
