Estuve presente en el inicio de la Dispensación Cristiana, y cargué en Mis brazos al amado Maestro Jesús (quien habría de ser el primer ímpetu de dicha Dispensación), aun antes de que su madre lo recibiera. Acaricié suavemente los suaves cabellos de ese bebé. Miré dentro de esos grandes ojos líquidos que todavía no había enfocado sobre el plano de conciencia y sombras en el que había venido a operar.
Toqué esas manos tan suaves como pétalos que un día habrían de resucitar muertos, y a través de las cuales fluirían las energías mediante las cuales brazos tullidos serían restaurados y los ciegos verían. Contemplé la forma del bebé. Les digo que en aquel entonces no parecía haber mucho, excepto la fe, para llevarnos hacia adelante con la esperanza de establecer un credo que se convertiría en el aliento de vida de millones.
Caminé toda la distancia hasta Egipto con ese infante y la bella novia adolescente. Confeccioné el primer par de sandalias para esos pies de bebé. Escuché cuando mi bella María le hablaba a su hijo acerca de la importancia y devoción que todo hombre debería sentir hacia las almas de otros hombres. De esa manera aprendí la bondad del Eterno en aquella vida sencilla.
¿Quién lo hubiera pensado entonces — al vivir nosotros de manera tan sencilla, ya que Yo me ganaba el pan como carpintero — que llegaría el día en que la Religión Cristiana sería aceptada por millones, que se construirían grandes edificios, y que miles de voces se unirían en canto y adoración a ese pequeño niño y a su madre bendita? Y, no obstante, ¡así fue!
Diario de el puente a la libertad – Saint Germain
Que gran dicha, Saint Germán Maestro, que pudo contemplar y estar cerca de nuestro amado Padre Jesús. Acompáñanos a todos sus seguidores que lo amamos y respetamos como nuestro Padre espiritual. Bendito sea. Namaste.